El Punto Muerto. Capitulo 16




Hola a todos de nuevo, aunque parezca difícil de creer he cumplido con la promesa y aquí les traigo el capitulo 16 después de 3 semanas. Mantendré este ritmo siempre que pueda, y espero les guste.

Los dejo con el capitulo, esta vez sera un capitulo del pasado, por fin se revelara lo sucedido antes del juego, y recordandoles estar pendientes con las fechas. Sin más que decir, los veo en tres semanas.

Capitulo XVI
¨Fragmentos¨


Iglesia Católica de San Pedro, San Francisco. CA.
10 de noviembre del 2021, 10:00 pm

El lugar estaba vacío a estas horas, a excepción del obispo que aun permanecía en su oficina frente a la computadora; la calma inundaba aquel edificio sagrado, adorado por muchos y odiado por otros.
En aquella pequeña habitación se encontraba el encargado de la catedral sentado en una silla negra reclinable, frente a un escritorio de madera. En las paredes se observaban cuadros religiosos, cruces y pequeñas estatuillas de santos y ángeles; un sofá y una librera llena de libros teológicos, hacían relleno en el lugar.

— ¿Trabajando como siempre? —Un encapuchado aparece frente al obispo, su rostro se oculta por las sombras que genera la capucha en contraste con la oscuridad de la habitación.

El obispo mira de reojo al que está frente a él antes de darse cuenta quien era; en un movimiento acelerado se pone de pie como símbolo de respeto. —Oh, mi… —El encapuchado lo interrumpe, evitando la charla innecesaria.

—Ya han pasado algunos años desde nuestro último encuentro, Robert. —Se dirige al interruptor de la habitación e  inmediatamente ilumina cada rincón.

—Cuatro años para ser preciso. —El hombre entre cierra los ojos a causa del repentino resplandor.
Se escucha una suave risa proveniente del encapuchado, mientras toma asiento en el sofá. — ¿Ha pasado tanto tiempo? He vivido lo suficiente como para dejar de tomarle importancia a los días. —El encapuchado descubre su rostro frente al obispo. Era una mujer joven, cabello negro, ojos cafés.

—Suponía una respuesta parecida, mi señora. —Su rostro mostraba una sonrisa forzada, sus ojos no ocultaban el temor que ella le provocaba. —Después de todo, los ángeles viven eternamente.

—Hasta que se les asesina… —Dijo la mujer súbitamente.

La conversación hizo una pausa incomoda hasta que la risa de la mujer rompió la tensión, el temor evidente del hombre era hilarante. No importa cuántos años pasen, su imponente presencia lo hacía temblar.

Respiró profundamente intentando dejar de temblar, camino hacia la mujer. —Mi señ… —Se aclaró la garganta. —Mi señora, han pasado años. ¿Ha que debo su visita? —Dijo finalmente.

La risa se detuvo, le dirigió una mirada penetrante que atravesó su ser, quebrantando el valor que había logrado reunir. —Necesito que tú y tus hombres hagan un trabajo para mí. —Su voz se tornó seria. —Estoy consciente de que están al tanto de lo ocurrido con el laboratorio en Los ángeles.

—Por supuesto mi señora, nosotros le aportábamos personas para sus experimentos. —Una gota de sudor cayó por su frente, esperaba cualquier cosa en estos momentos.

—Al final uno de los sujetos logró aceptar la sangre… —Hizo una pausa antes de continuar. —Sin embargo, todo se salió de control y logró escapar, el resultado… Bueno, basta con decir que ahora estoy sola.

— ¿Qué necesita de mí? —No necesitaba escuchar más, Robert estaba al tanto de la destrucción de la ciudad, no era un idiota, él había hecho suposiciones sobre lo ocurrido en Los ángeles después de no saber de ella en mucho tiempo.

—Directo al grano… —Le causó gracia la actitud tan cortante del obispo. —Me agradas, ya recordé porque no te maté. —Se cruzó de brazos y piernas. —Para ser precisa, necesito que sigan mis órdenes al pie de la letra. —Su tonó de voz empezó a tornarse burlón a medida avanza la conversación. —He mantenido vigilado durante estos años al sujeto que escapo del laboratorio, pero me temó que es inservible en estos momentos.

— ¿A qué se refiere?

—Necesito que captures a alguien, una chica para ser precisa… Necesito despertar en él sujeto aquello que duermo en su interior, la chica es importante para mi plan, y si llevamos a los extremos su ira podré obtener lo que busco.

— ¿Por qué no ir directo a él?

—Para mí no tiene ningún valor si no despierta la sangre demoníaca en su interior. —Alejó su mirada del obispo y observó la cruz en la pared. —Él ya está dispuesto a morir no importa cuánto sufra, pero la situación cambia si ve sufrir a las personas que ama.

La conversación hizo una pausa, Robert estaba sorprendido al escucharla y, aunque quisiese negarse a la petición sería imposible; la única manera de salir de esto es con la muerte. —Estoy a sus órdenes mi señora. —Desistió, no perdería más el tiempo con esta conversación que no cambiaría a su favor, no importa cuanto lo intente.

—Eres listo, sabes cuándo someterte. —Se levantó de sofá, dirigió sus pasos unos cuantos centímetros hacia delante, se detuvo ante él y sin previo aviso deslizo su mano izquierda al rostro de su subordinado, lo acarició delicadamente y, susurrando a su oreja continuó. — ¿Puedo confiar en ti? —Finalizó con un apasionado beso  en los labios.

La piel del obispo se erizó ante la provocación, no solo había caído en su juego, si no también entendía que su vida ya no le pertenecía más; la dueña estaba frente a él, tratándolo como un niño trata a sus juguetes. —Mi fidelidad siempre ha sido suya, mi señora Zophiel… —Las palabras salieron sin permiso, pero ya era demasiado tarde para echarse para atrás.


Estados unidos, Brooklyn.
02 de diciembre del 2021, 9:15 am

Han pasado cinco meses desde su llegada a New York, los investigadores contratados para seguir los pasos de Dimitri los han llevado a la ciudad de Brooklyn, sin embargo durante su estadía no han logrado dar con su paradero, es como si se hubiera esfumado de la nada en el momento que pusieron un pie en el lugar. Ahora ambos jóvenes mantienen sus vidas con normalidad asistiendo a la escuela, después de todo prometieron a sus padres terminar el último año que les quedaba para graduarse o de lo contrario no les hubiesen permitido viajar.

Por las mañanas y parte de la tarde pasaban en la escuela, el resto del día, antes que cayese el sol, lo ocupan para caminar por las calles esperando encontrarlo y hacerlo entrar en razón, regresar a lo que una vez fue su vida.

La mente de Nathalia estaba inundada de Dimitri, cada pensamiento que se formaba en su cabeza era finalizado con aquellos penetrantes y atemorizantes ojos rojos. Cada vez que cerraba sus ojos recordaba esa noche de marzo, el dolor sentido al morir y, más que nada recordaba su despertar milagroso; ella en brazos de su amado como si fuera el final de un cuento de hadas.

Desde que llegó a la ciudad su mente ha estado más activa que de costumbre, su corazón se acelera repentinamente como si le advirtiera algo, esto ha ocurrido en diferentes ocasiones y lugares, siente como su sangre arde ligeramente. “Quizás solo es mi imaginación” Se repite una y otra vez intentando convencerse a sí misma y así evitar aquel golpe tan fuerte que lleva como nombre Realidad, pero en el fondo ella está segura que es Dimitri, que aunque ambos no se percaten de esto; él está llamándola, ambos comparten una conexión que aunque es imposible de explicar, es real... o al menos, espera que lo sea.

Los pensamientos de la joven son interrumpidos bruscamente por el sonido de la puerta abriéndose, se encontraba en clases, era su maestro, un anciano delgado con el cabello cubierto de canas; estaba acompañado de una figura esbelta, un poco más alto que él, difícil de identificar desde su asiento.

El maestro entra con una sonrisa en su rostro y un amable saludo a sus educandos, la figura se hace visible una vez entra al aula, era un joven bien parecido, ojos azules, cabellera dorada; parecía nervioso, la mirada permanecía en el piso sin ánimos de observar a sus ahora compañeros de clase.

—Alumnos, les presento a su nuevo compañero. —Dijo el maestro con esa voz vivaz que lo caracterizaba. — Su nombre es Dylan Mathews. —Hizo un ademán señalando al joven. —Sé que estamos a mitad de curso y es su último año, sin embargo espero lo acepten como uno más de ustedes. —Dirigió su mirada al nuevo estudiante. — ¿Algo que desees decir?

—No soy de muchas palabras, así que espero no ser una molestia. —Con esto finalizó su presentación.

La clase se quedó callada tras escucharlo, el silencio en estos momentos fue causado por diferentes motivos, algunos les pareció ridícula la presentación del joven, otros simplemente pasaban del tema y, un grupo de chicas estaban en silencio observándolo cuidadosamente, su aspecto las había cautivado a primera vista.

—Tu asiento es por allá, a lado de la señorita Griffin. —Dijo el maestro antes de empezar con la clase.


10:35 am

El timbre interrumpe la animada explicación del maestro sobre la guerra civil americana, la clase ha terminado finalmente, los alumnos más holgazanes despiertan de un salto y salen del aula, otros esperan a recibir la orden para retirarse.

Nathalia ansiaba tanto escuchar a que el timbre sonara, quizás fue su imaginación, pero estaba segura que el chico nuevo tenía su mirada fijada en ella durante toda la clase; no es necesario decir cuánto la incómodo. Sin esperar a nadie tomó sus cuadernos y se dirigió a su casillero evitando cualquier intento por acercarse que tuviera planeado Dylan, esto no le fue difícil en absoluto, varias de sus compañeras habían rodeado al nuevo como su fueran moscas a la carne, las intenciones eran obvias; querían un poco de él.

Había por fin llegado a su destino tras esquivar a todos los estudiantes que venían en sentido contrario por aquellos angostos pasillos de la escuela. Frente a su casillero se encontraba Beowulf, esperándola como siempre.

—Te vez un poco pálida. ¿Te encuentras bien? —Su hermanastro llevó su mano hacia la frente de la joven intentando asegurarse que no estuviera enferma.

—No te preocupes, estoy bien… —Titubeo por unos momentos antes de atreverse a contarle.

Beowulf la mira detenidamente, ha pasado varios años junto a ella y había desarrollado la habilidad para descubrir cuando mentía. Estaba a punto de preguntar una vez más intentando que Nathalia hablara, pero una chica pasó a su lado.

— ¡Nos vemos en la próxima clase! —Dijo la extraña joven antes de seguir su camino.

El joven no la reconoció, aunque esto era normal, no es que se memorice los nombres o los rostros de sus compañeros; para él las únicas personas que le interesa tener cerca son sus hermanos, al menos hasta que todo vuelva a la normalidad.

—Tengo hambre, debemos apresurarnos o se acabara la buena comida. —Nathalia se había acobardado, decidió mantener esto en secreto hasta confirmar sus sospechas.


En el comedor después de haber conseguido las últimas rodajas de pizza, por fin se disponían a saborear su comida, cuando al otro lado del lugar el grito de una joven hace eco. — ¡Chad detente! —Ambos hermanos giran en dirección al grito escuchado. Ahí estaba una compañera de Nathalia deteniéndole el brazo derecho a su novio que fácilmente le ganaba en estatura por mucho, parecía un enorme gorila; este había tomado por cuello de la camisa a Dylan, se disponía a desquitar su furia contra él.

— ¿Así que te gusta robar las novias de otros? —Sus pupilas estaban dilatadas, su nariz refunfuñaba, su rostro tenía matices rojizos, su sangre hervía de rabia.

—Lo siento, yo no… —Dylan no logró terminar su frase.

Tirando a un lado a su novia Chad se dispuso a conectar varias veces sus puños contra el nuevo, hasta que Beowulf logró llegar a ellos y tomar al frenético joven por la espalda, lo jaló de la camisa y lanzo lejos de su víctima.

—Vamos amigo, ¿enserio valió la pena esto? Estas en malditos problemas, quizás te expulsen por esto. —Beowulf retrocedió unos pasos al ver como se levantaba nuevamente aquel enorme gorila.

—Tienes razón, quizás me expulsen. —Hizo tronar sus dedos mientras se acercaba nuevamente. —Tendré que hacer que valga la pena cada puñetazo.

Chad se abalanzó al joven Williams sin dudarlo, sus puños tenían como objetivo la cara, pero tras varios segundos intentándolo sin resultado alguno, se conformaba con acertar aunque sea un golpe; Beowulf era bastante escurridizo y esquivaba fácilmente cada golpe, no deseaba pelear, él preferiría mantener un perfil bajo en la escuela.

Nathalia se abrió camino entre empujones y pisotones hasta llegar a la pelea, tras ver a su hermanastro intentando no ser golpeado y a Dylan tirado en el piso lleno de moretones y sangre, corrió al rescate del nuevo.

— ¿¡Qué sucede aquí!? —Nathalia estaba de rodillas intentando auxiliarlo.

— ¡Fue mi culpa lo siento! —Entre llantos la joven intenta explicar cómo desató la furia de su novio. — ¡Le robe un beso, no creí que me descubriera, lo siento, enserio lo siento!

Chad estaba comenzando a desesperarse e intentando un último esfuerzo, se abalanza contra Beowulf en una frenética embestida manteniendo el puño por delante de su cuerpo, pero este falla nuevamente; la fuerza con la que había ejercido este golpe lo hizo desequilibrarse, no pudo detenerse hasta que fue muy tarde. Para mala suerte de Nathalia estaba justo detrás de su hermanastro en ese momento, el gorila cae a toda velocidad sobre ella y Dylan haciéndola soltar un grito que alarma a todos en el comedor.

La mente se nubla en segundos a Beowulf, ver a su hermanastra tirada en el piso bajo esa masa de músculos que llaman Chad hace perder control de sus acciones y se deja llevar por la rabia al igual que lo hizo su agresor.

Quizás fue la adrenalina en ese momento, pero usando fuerza que desconocía que poseía levanto y tiró al gorila lejos de Nathalia, se abalanzó sobre él antes que pudiera levantarse y comenzó a conectar sus puños contra el rostro de su ahora víctima; nadie estaba seguro de cuantos puñetazos había dado, todos perdieron la cuenta tras ver esa escena tan violenta.

— ¡Si le sucede algo a Nathalia, será tu maldita culpa! —Golpe tras golpe siguió hasta que sus manos comenzaron a sangrar, aunque no estaba seguro si era su sangre o la de Chad.

— ¡Detente en este momento! —Un par de maestros estaban tras de él, como si fuese un muñeco lo levantaron del inconsciente estudiante. — ¿¡Sabes lo que has hecho!?


Brooklyn, casa Williams.
03 de diciembre del 2021, 7:00 am

El sol alumbra las calles de New York, los sonidos de las aves son opacados por el ruido de los motores en el congestionamiento. El estruendo de la alarma combinado con la vibración de la misma despierta a la joven Williams, que tras un día agitado se había quedado profundamente dormida.

Toma fuerzas para impulsarse fuera de la cama, esta vez, después de tanto tiempo por fin sus sueños estuvieron alejados de Dimitri; el subconsciente se había centrado en los problemas del día anterior, el sermón recibido por parte de su padre y, la impotencia de no poder ayudar a Beowulf cuando más la necesitaba.


7:45 am

La joven Williams ha terminado de arreglarse, ahora solo resta desayunar antes de regresar a la escuela donde seguramente algunos la miraran con lastima, otros con sorpresa e incredulidad y, por supuesto habrán otros que la miren con odio.

Nathalia baja las escaleras que la conducen de su recamara a la cocina, una vez ahí se encuentra a su hermanastro; estaba sentado en total silencio mientras comía un poco de cereal, su mirada divagaba, observaba la nada.

—Buenos días. —La joven se acerca al estante donde se encuentran los platos, toma uno y se dirige a la mesa para unirse a él. Seguía sin decir una sola palabra. — ¡Hey! Buenos días, Beowulf. —Repitió.

El joven reacciona de inmediato, estaba inmerso en sus pensamientos que no se percató de la presencia de Nathalia. Le regala una sonrisa forzada, de lo contrario la preocuparía.

—Lo siento, buenos días. —Contestó.

—Sé que no servirá de mucho, pero te extrañare todo el día. —Nathalia intenta hacerlo sentir mejor.

Beowulf inconscientemente dirigió una mirada penetrante llena de odio a la joven, en estos momentos deseaba dejar de pensar en lo sucedido ayer. Chad había tenido que ir al hospital de emergencia tras el ataque tan bestial que había recibido de su parte, en estos momentos estaba en coma. Si no fuera porque su padrastro mando a un representante legal para convencer a los padres de la víctima de no llevar esto a una corte a cambio de una fuerte suma de dinero, quizás en estos momentos estaría tras las rejas; su único castigo fue la suspensión de la escuela por una semana,  nuevamente gracias al apellido Williams y sus ventajas.

—Lo siento… no quise… —La voz de Nathalia titubeo, nunca había visto a Beowulf tan molesto. —Perdón, no debí hablar más de la cuenta. —Por unos segundos creyó ver a Dimitri a través de su hermano, aquella mirada le recordó esa noche en los Ángeles.

—Perdóname tú a mí, no fue mi intención. —Se levantó de la mesa. —No deseo hablar del tema Nathy, ten un buen día. —salió del comedor casi de inmediato. —Aprovechare para buscar a mi hermano mientras tengo tiempo libre, talvez no me encuentres cuando regreses. —agregó.


Estados unidos, Brooklyn.
21 de diciembre del 2021. 9:14 pm.

La navidad estaba a la vuelta de la esquina, las decoraciones eran visibles por cada rincón de la ciudad, los niños corriendo y jugando todos los días con la nieve que caía suevamente en el piso hasta cubrirlo por completo.

Fay llega como de costumbre tarde, después de hacer tiempo extra en su empleo. Tras luchar con la puerta vieja y llena de astillas logra entrar al apartamento, en su mano derecha carga varias bolsas, entre ellas una con provisiones que sus jefes le regalan por caridad.

—Chico ya llegue. —Analiza su alrededor en busca de su compañero. — ¿Dimitri? —Intenta una vez más esperando a que saliera de donde sea que estaba.

El apartamento era una pequeña habitación que limitaba las opciones de ocultarse a nada más que el baño, sin embargo la puerta de este estaba abierta por completo. Fay coloca las bolsas en el sofá, de inmediato regresa al pasillo, toma las escaleras cuesta arriba y llega hasta la azotea, la puerta estaba abierta.

— ¿De nuevo estas aquí? —Coloca sus manos dentro de los bolsillos del abrigo, sin intención de sacarlas bajo ninguna circunstancia.

El joven se gira tras escuchar la voz de su compañera, la miraba de una manera difícil de descifrar, no estaba seguro si estaba molesta o simplemente sorprendida de verlo en la azotea en medio de la nevada y sin abrigo alguno.

—Lo siento, estaba viendo caer la nieve, es relajante. —Dimitri se reincorporo nuevamente a su posición anterior, apoyado en una esquina de la azotea, con la mirada en el cielo.

—Entiendo, no me enoja en absoluto. ¿No tienes frio? —Su preocupación por el joven era evidente, no podía evitarlo.

Dimitri alzo una de sus manos a la altura de su pecho y espero a que la nieve se posara suavemente en su palma. —No, mi cuerpo esta cálido, por alguna razón que me niego a entender. —Trato de dibujar una sonrisa en su rostro, aunque el intento fue en vano. Tomó valor antes de continuar. —Fay, necesito hablar contigo, creo que tienes derecho a saberlo…

— ¿Qué sucede? —Dio unos pasos hacia delante.

El joven de cabello blanco decidió no verla a la cara en estos momentos, así sería más fácil para él. Su mirada divagaba de azotea en azotea, siempre mirando al frente. —Estos últimos meses he estado teniendo pequeños impulsos, tú sabes…

La joven retrocedió unos pasos tras escuchar la noticia. — ¿Te refieres a…? —Su tono de voz cambio, anteriormente Dimitri le había contado todo su pasado, con respecto a la transformación en demonio.

—No te preocupes, son impulsos leves, fáciles de controlar. —Titubeó antes de continuar. —Pero temó que se hagan más potentes, quizás uno de estos días no pueda controlarlo. —Finalizó.

Fay se acercó a su compañero de inmediato, no dijo nada, sabía que cualquier cosa que pudiera decir no serviría en absoluto. Lo abrazó, se mantuvieron en esa posición varios minutos, en silencio; si algo había aprendido durante todo este tiempo junto a él, es que las palabras no sirven.

La nieve continuó cayendo sobre ambos, la tormenta se hizo más fuerte, obligando a la joven regresar sus manos a los bolsillos de su abrigo. —Deberías volver adentro, muero de frio. —Le regalo una sonrisa cálida. —Además necesito darte una sorpresa. —guiño el ojo.

— ¿Sorpresa?

—Esperaba decírtelo adentro, pero… ¡Ah! Qué más da, muero por contártelo. —Sonrió, parecía emocionada. —Como ya te has dado cuenta, se acerca navidad y gracias a ello mi jefe me ha permitido trabajar tiempo extra.

—Directo al grano. —Dijo sin vacilar.

—Lo siento, lo siento. —Continuaba sonriendo como niña pequeña tras recibir un regalo. —He logrado ahorrar lo suficiente para ir a ese restaurante que está en el centro, tú sabes, el costoso.

Dimitri no parecía compartir la felicidad, más bien estaba sorprendido al verla con esos ánimos, jamás hubiera imaginado que aquella joven que se encontró en el puente, a punto de suicidarse podría volver a sonreír; la envidiaba, eso era algo que jamás podría hacer de nuevo, al menos, no con naturalidad.

—No creo que pueda ir aunque quisiera, jamás me dejarían entrar con la ropa que siempre traigo. —Al joven le pareció una perfecta excusa para rechazar su propuesta, además tenía razón, jamás podría entrar con su ropa desgastada.

—Sabía que dirías eso, así que le pedí un pago por adelantado a mi jefe y logre comprarte ropa nueva para ese día. —La sonrisa era cada vez más radiante. —No aceptare un no por respuesta, será navidad, nosotros también tenemos derecho ser felices. —Dio media vuelta lista para regresar al apartamento. —Es el veinticuatro de diciembre a las ocho de la noche, no lo olvides. —Sin más que agregar se marchó.

El joven Crow no pudo declinar la invitación, había descubierto cuan débil se ha vuelto a la sonrisa de Fay, su forma de actuar; a veces madura y responsable, otras veces juguetona y risueña, como una niña. Para él era como una hermana mayor que lo cuidaba sin importar lo cruel y frio que fuera.

Las últimas palabras de Anthony vinieron a su mente como un torrente. “No te aferres a ningún sentimiento” ¡Eso era! Los impulsos que ha sentido estos meses eran causados por ella, se ha encariñado de Fay. Una vez más debía huir, dejándola atrás por su bien, y el de todos; no tardo en decidir el momento adecuado para emprender el camino lejos de este lugar, sin embargo no podía hacerle esto a ella, esperará hasta el veinticinco, le concederá esta ultima cena a su compañera y amiga.


Iglesia católica de todos los santos, Brooklyn.
03 de diciembre del 2021, 9:00 am

Las clases han comenzado, pero para la joven Williams un sentimiento de penuria y remordimiento le carcomía lo más profundo de su ser. Era inútil ante los problemas actuales, no importa cuánto desea ayudar a su hermanastro, nada puede hacer; intenta callar todos aquellos pensamientos en el único lugar donde, quizás, y solo quizás podría encontrar una respuesta.

Atravesó las enormes puertas de la iglesia, a la vez que se deslumbraba por la decoración en su interior. El lugar estaba vacío, a excepción de un indigente que estaba sentado en las bancas del fondo comiendo un emparedado que habrá encontrado en el basurero. Todo estaba en silencio, un perfecto lugar para meditar, hablar con Dios, o en su defecto consigo misma.

La joven camina a las bancas del frente sin tomarle importancia al indigente, que la observaba fijamente; toma asiento frente a la gran estatua de Cristo crucificado, coloca su dedo pulgar sobre el índice formando una cruz en la mano izquierda, para luego llevarla de su frente al pecho, seguido por el hombro izquierdo y finalizar con el hombro derecho. Cierra sus ojos, a continuación coloca ambas manos juntas e intenta comunicarse con aquel ser Todopoderoso en el que siempre creyó.

—Estoy desesperada, no tengo idea qué hacer para ser útil a las únicas personas que enserio me importan. —Se dijo a sí misma.

El silencio era perfecto en estos momentos, dio una oportunidad para aclarar dudas, lo necesitaba más que nadie. Tras varios minutos sin decir nada, se escuchan pasos acercándose lentamente.

—Me alegra ver a una joven buscando la ayuda de nuestro Padre. —La voz grave de un hombre la interrumpe.

Sus ojos se abren de par en par casi al instante tras escucharlo. Sentado al lado de ella estaba el sacerdote del lugar, tenía la mirada fija en el Cristo crucificado del frente; vestía pantalón, camisa y zapatos negros, cabello cortó y colgaba sobre su cuello una cadena de oro con un extraño símbolo.

— ¿Perdón? —Nathalia intento alejarse sin que lo notase.

—Los jóvenes de hoy en día están tan inmersos en el mundo que olvidan hablar con Dios, olvidan lo importante que es agradecer por vivir un día más. —El hombre sonrió.

—No niego sus palabras, pero no todos tenemos vidas fáciles, algunos… —La joven titubeo antes de continuar. —Para algunos talvez no sea recompensa despertar cada mañana, algunos preferirían dormir y no despertar jamás, sería perfecto. —No se atrevió a mirar al sacerdote a la cara. —El fin de los problemas, sin preocupaciones, sin nada que arrepentirse, solo tú y nadie más que tú en un sueño infinito.

El hombre observó a Nathalia, y como intentaba esquivar su mirada, por temor a recibir algún sermón de lo bueno y lo malo en sus palabras, sin embargo nada de esto serviría para hacerla entender. Se mantuvo en silencio mientras dejaba su asombro a un lado.

—Alguien que se expresa de esa manera… Tus palabras no fueron producto de una simple conversación, son ideas que han sido meticulosamente pensadas en más de una ocasión. ¿Me equivoco? —Sus ojos estaban puestos en ella.

—La gente pasa por momentos difíciles en su vida, es normal que todo el mundo lo haya pensado en más de una ocasión. —Nathalia dirigió su mirada al frente.

El sacerdote suspiró y tomó con su mano derecha el símbolo que colgaba de su cadena, lo cubrió por completo con su puño. —No te mentiré, yo también lo he pensado en muchas ocasiones, hubieron momentos donde me planteé muy seriamente la idea y, aunque no lo creas, mientras más pensaba en el tema, más fácilmente llegaba a la decisión en que mi única salida era el suicidio. —Su sonrisa había desaparecido, su rostro estaba inexpresivo. —Pero, todos tenemos un propósito en el mundo, solo debemos encontrar aquello que nos impulse a seguir viviendo día tras día. ¿Tú tienes algo o alguien que mantenga viva la esperanza? Estoy seguro que sí. —Nuevamente sonrió. —Nadie vive sin esperanzas y sueños. —Colocó su mano izquierda sobre la cabeza de Nathalia. —Si te sientes inútil, solo recuerda que lo mejor que puedes hacer es mostrarte sonriente y con la cabeza en alto; encuentra eso que te hace mantener esperanzas y jamás lo olvides. Comparte tu sonrisa con aquellos que lo necesitan y aporta ese granito de arena al mundo, porque ya existen muchos pesimistas, pero muy pocos optimistas.

Esto era extraño. ¿Cómo sabía que se sentía inútil? Tal vez solo fue coincidencia, pero dentro de ella algo estaba muy claro, sus dudas y temores se habían apaciguado; necesitaba escuchar aquellas palabras.

—Lo necesitaba… —Nathalia cruzó miradas con el hombre. —Enserio necesitaba escuchar eso, gracias… Gracias por darme algo que había perdido hace mucho. —Una vez más pudo sonreír sin preocupación alguna. —Mi fe.

El hombre estaba por contestarle cuando es interrumpido por una voz femenina, tras dirigir sus miradas a ella, observaron cómo ocultaba su rostro con una capucha.

— ¿Tienes un momento, Tim? —Dijo sin más.

El sacerdote parecía nervioso, su rostro palideció al verla. —S-s-si, por favor pase a mi oficina. —Se paró de inmediato, se despidió de Nathalia y se adelantó a la mujer.

La encapuchada se detuvo unos momentos observando a la joven que permanecía sentada en la banca. —Nathalia Roselyne Williams, jamás pensé encontrarte aquí. —Dijo en un tono irónico.

— ¿Quién eres tú? ¿Nos conocemos? —La joven se levantó.

—He visto tu rostro en diversos sitios de noticias, es lo que sucede cuando provienes de una familia rica. —Se diferenció una sonrisa entre las sombras generadas por la capucha. —Espero verte nuevamente, tenemos muchas cosas de que hablar.

La mujer se fue sin dejarla hablar más, hizo caso omiso a las palabras que siguieron después de esto. Nathalia tenía tantas dudas con respecto a este extraño encuentro, quizás, y con un poco de suerte se volverían a encontrar.


Estados unidos, Brooklyn.
03 de diciembre del 2021, 5:00 pm

El sol comienza a ocultarse entre los edificios, la noche llegara pronto y consigo traerá una tormenta de nieve, las calles estaban cubiertas de nieve. Beowulf parecía no importarle el frio, ha pasado el día entero buscando a su hermano que, al contrario de Nathalia, él no ha perdido las esperanzas de volverlo a ver; estar solo en las calles lo ha ayudado a pensar un poco sobre lo ocurrido con Chad, ahora ya estaba tranquilo.

En la vuelta de la esquina se escucha a unas personas discutiendo, por unos momentos el joven Williams maldijo a la suerte, ese era el camino hacia su hogar.

— ¿Eh niño bonito sabes en lo que te has metido?

Beowulf continúa su recorrido a casa con normalidad, al voltear la esquina los observa, ahí estaban los amigos de Chad, todos bravucones, se metían con cualquiera que se les antojara, siempre andaban juntos, como una manada de lobos tras la presa. Tenían rodeado a un pobre chico, no se distinguía de quien se trataba.

—Eres la causa de que Chad este en el hospital, tú y el maldito de Beowulf pagaran por esto. —Su voz lo delataba, no bromeaba.

—Por favor, yo no hice nada. Ella me beso, enserio lo siento por lo sucedido. ¿Podemos arreglarlo de otra forma? —La voz denotaba miedo, definitivamente era Dylan.

Maldito destino que lo hizo cruzarse con ellos, Beowulf no podía estar más enfadado con su suerte, sabía que tendría repercusiones, pero… ¿Encontrarse con ellos ahora? Intentó alejarse antes que lo vieran o podría estar compartiendo lugar con el nuevo en estos momentos.

Logró ocultarse sin que fuese visto, antes de que se alejara lo suficiente como para estar fuera de peligro, los puñetazos empiezan; Dylan era su saco de boxeo, el sonido de los puños impactando con el cuerpo delgado del joven rubio hacen eco en Beowulf, los gritos pidiendo ayuda son escuchados claramente; su cuerpo se mantiene inmóvil durante unos segundos mientras en su cabeza empieza una batalla campal por decidir si, ayudar o no. Eran demasiados y seguramente no saldría ileso, podría terminar incluso peor de lo que dejaran al nuevo si no se entromete.

—Por favor, paren ya… ¡Por favor! —La voz de Dylan se quebró, estaba llorando.

Ya había tomado una decisión tras escucharlo, Beowulf no podía dejar que siguieran golpeándolo, después de todo es culpa suya que Chad fuera hospitalizado y nadie tiene que pagar por esto. Tomó valor en un profundo suspiró, se mostró ante ellos.

— ¡Hey idiotas! —Intentó parecer despreocupado aunque por dentro temblaba. —Ya déjenlo en paz. —El que lo golpeo fui yo, no él.

El grupo de matones dirigieron sus miradas al joven Williams, sus ojos brillaron como si encontraran el santo grial. — ¡Tu! ¿A quiénes llamas idiotas? Espero hayas hecho tu testamento niñito rico.

No hubieron más palabras de por medio, todos ignoraron a Dylan y se abalanzaron contra él; en una ráfaga de puñetazos que aunque intentaba defenderse o contra-atacar, le fue imposible. Puños, patadas, incluso cinturones fueron usados para doblegarlo hasta tirarlo al frio piso cubierto de nieve roja, causada por su sangre; su orgullo le impedía pedir ayuda, tomó todo esto como un castigo por lo que le había hecho a Chad. No sabía si despertaría, talvez nunca vuelva a abrir los ojos. ¿Era un asesino? Lo más probable, pero a pesar de esto jamás recibiría su castigo, esta golpiza es lo más que puede hacer para hacerse sentir bien consigo mismo.

— ¡Aléjense de él, es suficiente! —Dylan embistió contra uno de ellos.

El sonido del cinturón impactando contra el rostro del chico nuevo retumbo en las calles, cayó inconsciente al piso de inmediato, esto asustó a todos ellos, que de inmediato detuvieron la golpiza en contra de Beowulf; corrieron lo más lejos posibles del lugar, dejándolos a ambos tirados en el piso sin poder moverse. Pronto la tormenta de nieve comenzara, serán enterrados vivos bajo la nieve si no se mueven. — ¿Así moriré? —Se repetía Beowulf, esperando a ser sepultado.


7:00 pm

La tormenta era cada vez más fuerte, Dylan continuaba inconsciente, su cuerpo estaba cubierto casi en su totalidad por nieve; Beowulf aún seguía consciente, a pesar de que empezaba a perder la sensibilidad de todas sus extremidades, en estas condiciones nadie podría encontrarlos a tiempo.

—Lo siento Nathy, no quise dejarte sola, espero me perdones. —Cerró sus ojos esperando que llegue finalmente su hora.

— ¿Enserio te darás por vencido tan pronto? —Aquella voz era desconocida para el joven. —No puedo dejar que mueras, al menos por ahora.

Con las pocas fuerzas que aun poseía, hizo el esfuerzo para abrir sus ojos una vez más, sus mente no daba crédito de lo que veían sus ojos; una hermosa ángel, cabello negro, ojos café, dos elegantes alas blancas. El ser alado lo miraba con curiosidad, esto es una señal de su final, aunque las palabras dichas anteriormente no cuadraban. — ¿No dejara que muera? —Su cuerpo no reaccionaba, intentó alzar su mano a ella pero todo fue inútil.

—Tu muerte no será hoy, agradece a tu hermano por esta segunda oportunidad, no la desperdicies. —El ángel hizo brillar el anillo que traía en su mano derecha, cegándolo de inmediato.


Brooklyn, casa Williams.
04 de diciembre del 2021, 11:00 am

—Despierta, vamos despierta.

La voz de su hermanastra despierta del letargo a Beowulf, abre los ojos con mucho cuidado; el resplandor que emitía el sol por la ventana apuntaba a su rostro. Estaba en su habitación, sin rasguños, moretones o dolor. ¿Qué sucede? Lo último que recuerda era aquella sensación de desesperación. ¿De verdad vio al ángel? Si no fue producto de su delirante imaginación post-mortem, entonces un milagro había ocurrido.

—Vaya susto el de ayer, estaba a punto de salir a buscarte bajo la tormenta, hasta que apareciste. —Nathalia lo abrazó. —Me tenías preocupada, idiota.

Desde que su familia lo abandonó, los Williams han sido amables con él, en especial Nathalia; jamás olvidara aquellas noches que rompía en llanto al recordar el pasado, ella siempre estaba ahí, con esa sonrisa inquebrantable y sus brazos siempre abiertos para consolarlo cuanto fuera necesario.

—Lo siento. —La abrazó de igual manera.

Tras escuchar las palabras de Nathalia no tenía duda alguna que todo fue un sueño, una horrible pesadilla. Jamás fue golpeado y mucho menos existió un ángel, todo fue su imaginación. Su felicidad duró poco, la pantalla del teléfono se iluminó, alguien llamaba; número desconocido.

Ambos jóvenes terminaron con el abrazo, Beowulf atiende la llamada, estaba seguro que era una de esas llamadas en las que te intentan vender algo. — ¿Hola? —Dijo fríamente.

—Menos mal, eres tú. Creí haberme equivocado. —La voz era de Dylan, parecía estar bastante animado.

— ¿Dylan? ¿Cómo tienes mi número? —El rostro de Beowulf palideció, la llamada hizo poner en duda su pesadilla. ¿Fue real?

Su hermanastras estaba sentada a lado de él escuchándolos, de inmediato respondió en un susurró. —Lo siento, ayer me lo encontré de camino a casa y me pidió tu número, dijo que quería agradecerte por lo que hiciste por él. Pensé que eso podría animarte un poco. —Sonrió tontamente.

El joven la miró con cierta severidad, de por si odia entablar comunicación con las personas, pero… ¿Por qué Dylan? En estos momentos era al último que deseaba ver, ya estaba convencido que todo había sido una pesadilla.

—Olvida la pregunta, creo saber cómo lo conseguiste. —Continuaba mirando a Nathalia. — ¿Qué se te ofrece? —una risa es escuchada al otro lado del teléfono.

—Tu hermana es muy amable. —De inmediato su voz cambio de tono, ahora más serio. —Te hablé solo para agradecerte por lo que hiciste por mí en la escuela y, ayer…

Esto era lo que deseaba evitar, Beowulf ahora estaba seguro, su pesadilla fue real; la muerte estuvo tan cerca que casi podía sentirla. — ¿Recuerdas que sucedió ayer? —Su mano comenzaba a temblar. Nathalia notó el miedo en él, comenzaba a tener dudas de la conversación.

— ¿Sucedió algo? —Intentó susurrar para no ser escuchada por Dylan.

—El problema no es recordarlo, más bien. ¿Alguien si quiera podría olvidarlo? —Pausó.

— ¿Entonces tú también lo viste? —Beowulf se levantó de la cama de un salto.

La joven estaba comenzando a ponerse nerviosa, no entendía que estaba ocurriendo, no sabía que sentir en estos momentos. — ¿D-d-de qué hablan? —Titubeó

—Claro que lo vi, aunque me sorprendió. —Su respiración fue escuchada al otro lado del teléfono. —No es normal ver a los ángeles en el infierno… —Musitó.

— ¡Ya basta! ¿Me dirás que sucede? ¡Estoy asustada! —Se exalto, muy impropio de ella.

Silencio, nada más que silencio inundo la habitación de Beowulf, la parte sobre-protectora de su hermanastra había salido a luz nuevamente; apenada por la escena que acababa de hacer se retira sin decir más, azota la puerta y deja a solas al joven.

—Ignora eso último, ya hablare luego con ella. —Beowulf parecía interesado en la versión de los hechos de Dylan. — ¿Sabes cómo llegamos a casa?

—No recuerdo con exactitud las cosas, lo último que recuerdo es al ángel besando tu frente… En mi casa dicen que llegue entre medio de la tormenta y subí a mi habitación sin decir nada en absoluto. ¿Lo mismo ocurrió contigo?

—Sí, creo que sí. Debemos vernos, necesito saber más sobre ayer. —Beowulf estaba cautivado por aquel enigma.

—Lamento no poder ayudarte, tengo que salir por dos semanas, no regresare hasta navidad. —Corto la conversación, sin esperar a la respuesta. —Cuando regrese hablaremos, lo siento y… —Su voz tomó calidez. —Gracias por ayudarme, jamás lo olvidare. Muchas gracias. —Colgó sin esperar más
Beowulf estaba furioso ante esto, solo causo más dudas en él sin explicación alguna. ¿Qué demonios ha ocurrido aquí? Nada tiene sentido en este momento, aunque fue tonto de su parte en pensar que existían demonios sin ángeles que los mantengan a raya. ¿Por qué los salvo?


Restaurante Queen, Brooklyn.
24 de diciembre del 2021. 8:10 pm

Había llegado por fin el día que tanto esperaba Fay, la víspera de navidad que la haría recordar los días cuando era feliz, antes de que su mundo se fragmentara. Dimitri tomaba el papel de su hermano menor, aquel que sobre-protegía y amaba tanto; esta noche agradece al destino por cruzar sus caminos.

— ¿Qué sucede? Tú nunca te quedas callada ni un segundo. —Dimitri la observaba curioso.

Una vez más se perdió en sus pensamientos, estaba feliz. —Lo siento, solo me preguntaba… —Lanzó una mirada burlona. — ¿Sabes usar los cubiertos? —río.

Parecía resentido por la pregunta, aunque, en realidad jamás había ido a un restaurante lo suficientemente elegante como para usar cubiertos; podía contar con los dedos las veces que usó tenedor y cuchillo.

—No todos fuimos niños ricos. —Evitó mirarla.

La risa de Fay molesta al joven ojos rojos, que estaba a punto de disponerse a callarla, cuando la ve levantarse de la mesa. —No te enojes chico, solo bromeaba. —Poso su mano en el hombro derecho de Dimitri. —Ya regreso, iré al tocador, si viene el mesero dile que espere unos minutos mientras regreso. —Se marchó sin más.

Los minutos pasaron y los meseros iban de un lado a otro, el restaurante estaba repleto de parejas, familias y amigos que disfrutaban de la noche antes de navidad; todos estaban felices, las risas opacaban las canciones navideñas que sonaban en el lugar.

— ¿Puedo tomar su orden? —Finalmente uno de los meseros tomaría su orden.

Dimitri sonrió por cortesía, su estómago gruñía, en estos momentos estaba dispuesto a ordenar por ambos, pero desistió a la idea e hizo lo correcto. Pidió unos minutos más mientras Fay regresaba.

Supplicium a Deo, Benedictio diaboli, Carnifex, ostende te —Alguien susurraba como en oración una y otra vez estas palabras.

Las pulsaciones en su pecho regresaron sin aviso previo, el cuerpo del joven comenzó a temblar, su frente estaba empapada de sudor en segundos. Giró a los lados buscando a la persona que recitaba aquellas palabras.

— ¿Se encuentra bien caballero? —El mesero retrocedió.

No respondió, continuaba buscando el origen de aquella voz. — ¿No lo escucha? ¿Qué idioma es? —Dimitri presionaba su mano derecha contra el pecho, cada vez eran más intensas las pulsaciones, su respiración comenzaba a ser más pausada; se levantó de la silla para observar mejor entre las mesas. — ¿¡Maldición quien es!?

Las personas estaban asustadas al verlo, el gerente apareció de inmediato para calmar la situación, tenía sospechas de que estuviera bajo el efecto de alguna droga. —Joven debo pedirle que salga del restaurante, está arruinando la noche a todo los demás clientes. —Lo tomó del brazo izquierdo para llevarlo a la salida.

Supplicium a Deo, Benedictio diaboli, Carnifex, ostende te… —La voz se hacía cada vez más fuerte, tal parece que solo Dimitri podía escucharlo. Estaba seguro que esto era lo que estaba ocasionando las pulsaciones en él.

— ¡No me toques! —Se alejó del hombre. — ¡Salgan todos! No podré detener este impulso más tiempo. —Cayó de rodillas al suelo, mantuvo su mano presionada al pecho.

La seguridad del lugar llego de inmediato, dos hombres fornidos vestidos de negro se acercaron para levantarlo del piso, todos estaban asustados; los niños lloraban, las personas empezaban a levantarse de sus asientos.

— ¡Te dije que no me toques! —Eso fue lo último que escucharon de Dimitri antes de que lanzara por los aires a los hombres.

Impactaron contra una pareja que estaba cerca, los cuatro cayeron al piso. Todo el mundo se levantó de sus asientos para salir de inmediato del lugar, corrían lo más rápido que les fue posible; la  puerta no era lo suficientemente grande como para que salieran todos a la vez.

Las llamas empezaron a rodear el cuerpo del joven de cabello blanco, su respiración se aceleró en segundos, sus jadeos era cada vez más fuerte; los intentos por contener al demonio en su interior fueron en vano, ya no quedaba ninguna parte visible de su cuerpo, su conciencia estaba empezando a divagar. El fuego comenzó a expandirse, primero las mesas, luego las paredes; era el infierno mismo, creado en segundos. Un chillido ensordecedor alarmó aún más a las personas, en ese momento no lo sabían, pero esto indicaba que su verdugo por fin ha aparecido.


Brooklyn, New York.
24 de diciembre del 2021. 8:10 pm

Pasaron dos semanas desde aquel extraño suceso relacionado al ángel, Beowulf no había sabido nada de Dylan en mucho tiempo. Ya nada era un secreto entre los hermanastros, todo fue contado sin ocultar ni un detalle con respecto al encuentro con aquel ser alado; aunque fuese difícil de creer para todo el mundo, Nathalia lo acepto casi de inmediato, después de todo por lo había pasado, esto le parecía muy creíble.

Esta mañana y después de una larga espera, por fin recibió la llamada de Dylan, se escuchaba nervioso; los citó a las ocho de la noche frente al Brooklyn borough hall, con la excusa de haber descubierto algo sobre el aquella noche, no dijo más. Todo era muy extraño, no quiso dar explicaciones, lo único que respondió fue: —No es seguro hablarlo por teléfono.

Ya han pasado diez minutos desde la hora acordada y no hay rastros del joven rubio. Nathalia comenzaba a impacientarse, el frio era apenas soportable, a pesar de estar abrigada, el  clima la hacía sentirse desnuda en medio de la nieve.

— ¿Dónde está? Muero de frio, debimos quedarnos en casa. —La joven frotaba sus manos unas con otras intentando mantenerlas cálidas.

—No te pedí venir, puedes irte cuando quieras. —Lanzó una mirada severa.

Nathalia decidió no responder, guardo silencio en espera de Dylan. Cada minuto era una eternidad, al menos eso parecía, estaba segura que en cualquier momento cedería al frio y se marcharía dejando atrás a su hermanastro.

Supplicium a Deo, Benedictio diaboli, Carnifex, ostende te… —La voz de una mujer resuena por el lugar.

La joven intenta buscar el paradero de la mujer que recitaba una y otra vez aquellas palabras. ¿Una oración? Eso Parecía ser, dirigió la mirada a Beowulf. — ¿La escuchas? —Preguntó.

— ¿De qué demonios hablas? —Estaba irritado por tan larga espera. —Todo está en silencio, estamos solos.

La joven Williams camino hacia unos árboles que se encontraban frente a ellos, intentó buscar a la mujer que quizás se ocultaba detrás de estos. — ¡Por favor! ¿En enserio? ¿No la escuchas? —De inmediato su corazón se aceleró, dificultándole respirar, miles de pulsaciones por todo el cuerpo, como si ciento de agujas fuesen clavadas al mismo tiempo; cayó al piso, para su buena suerte la nieve amortiguó la caída. Como si se tratase de una estrella fugaz, una imagen apareció en su mente, era él; Dimitri estaba sufriendo, quizás lo mismo que ella, podía sentir su calor emanar del cuerpo.

Beowulf corrió para auxiliarla, por suerte era delgada y no hubo esfuerzo alguno en levantarla, estaba pálida. ¿Esto era posible? La joven estaba ardiendo, no como cualquier persona lo haría, era la misma sensación de como cuando colocas tu mano a centímetros de una vela encendida; un ardor casi insoportable.

— ¿Qué te sucede? —No soportó más, la dejó caer nuevamente. —Lo siento no puedo tocarte, siento como si me fuese a incendiar.

Las pulsadas en el pecho era cada vez más potentes, aquella visión de Dimitri parecía cada vez más realista, podía escucharlo. —Beowulf, ayúdame a levantarme, él… —Empezaba a tener problemas para respirar, el oxígeno se hacía cada vez más pesado. —Él está cerca… pu-puedo sentirlo… —jadeó 

— ¿Qué? Estas ardiendo cada vez más, no puedo acercarme más a ti, desde aquí puedo sentir tu calor. —Beowulf retrocedió al ver como la nieve bajo ella empezaba a derretirse.

Ella estaba convencida que estas pulsaciones respondían a Dimitri, no tenía duda alguna. Tomó las pocas fuerzas que le quedaban y se colocó de pie, sus piernas temblaban como ciervo recién nacido, presionó ambas manos contra su pecho intentando apaciguar el dolor. Corrió lo más rápido que sus piernas se lo permitían, apoyándose en paredes, arboles, autos, todo aquello que la ayudara a continuar; Beowulf iba varios pasos atrás, tenía claro que no podía hacer nada para ayudar, pero en algún momento ella dejara de arder y él deberá estar ahí para auxiliarla.

Una explosión hizo temblar las calles, seguido de un chillido ensordecedor, las personas curiosas salían de sus casas para observar lo ocurrido; otras personas corrían en dirección contraria de Nathalia, habían visto algo horrible. La multitud repetía sin cesar —Corran, es un monstruo de fuego. —Para advertir a los curiosos que aún permanecían inmóviles.


Los hermanastros por fin habían llegado a su destino, su recompensa estaba frente a ellos. Era el infierno mismo, las calles estaban consumidas por las llamas, hubieron incontables explosiones de gas que habían destruido las edificaciones casi en su totalidad. El monstruo de fuego que mencionaba la multitud estaba a varios metros de ellos, docenas de cadáveres decoraban su alrededor, mientras que otros estaban sepultados bajo los escombros.

—Es él… Puedo sentirlo. —Nathalia temblaba, las pulsaciones eran cada vez más leves. —Ese es Dimitri.

Una vez más aquel chillido resuena en todo el lugar, las llamas de la bestia se elevaron por los aires, el firmamento nocturno quedo opacado; ha convertido la noche en día.

—I-i-imposible… ¿Esto tiene un poco de sentido? Él no puede ser mi hermano, imposible, él no es Dimitri. —Retrocedió.

La bestia de fuego ignoraba su alrededor, parecía estar sufriendo, sus manos presionaban su pecho, las llamas se agitaban violentamente incinerando todo a su paso; cayó de rodillas, las garras se incrustaron sobre la tierra árida bajo él, los chillidos eran cada vez más escalofriantes.

Las patrullas estaban en el lugar, bloquearon las calles intentando cortarle las salidas. Hombres armados bajaron de los automóviles, apuntaban a la bestia que aún permanecía de rodillas. — ¡A mi señal! —Se escuchó por la radio de las patrullas.

— ¡Esperen! No, no lo hagan. ¡Por favor! —La joven se dirigió hacia uno de los hombres.

— ¿Qué hacen aquí? ¡Corran, es un lugar peligroso! —Guardó el arma e hizo a un lado a Nathalia.

Las llamas de la bestia se descontrolaron aún más, emitieron destellos casi tan potentes como el sol mismo, esto entorpeció a todos aquellos en el lugar. — ¡Ahora! —La voz de los radios dio la orden.

— ¡Beowulf al suelo! —Gritó desesperada.

Miles de balas fueron disparadas en contra de la criatura, vaciaban decenas de cartuchos de municiones intentando acabar con su vida. El calor emanado por este era como un campo invisible que derretía todos los proyectiles antes de que impactaran, era la defensa perfecta, para el arma asesina definitiva.

Un rugido como nunca antes fue escuchado es emitido por la bestia, la tierra temblaba con tanto poder que derribaba estatuas, edificios, puentes y, por si esto no podía empeorar, grietas se abrían por todas las calles de Brooklyn. Las llamas escapaban por cada agujero creado por el sismo, las personas no lo sabían en ese momento, pero la criatura había creado cientos de portales que conectaban al infierno; sombras en formas de pequeñas manos capturaban a todos aquellos que estuvieran cerca para arrastrarlos a los dominios demoníacos.

Beowulf intentó ponerse de pie en más de una ocasión sin resultado alguno, sin más opciones se dirigió a su hermanastra mientras gateaba lentamente. La luz emitida por el ser de fuego le dificultaba encontrarla, ambos jóvenes usaban sus voces para reunirse nuevamente; en segundos todo aquel alboroto causado desapareció, la noche volvió a hacer acto de presencia.

— ¿Qué sucedió? ¿Se detuvo? —Preguntó la joven Williams.


Ambos vieron a su alrededor, una gran parte de policías había desaparecido, fueron arrastrados por las sombras. Dirigieron sus miradas a la criatura que seguía de rodillas, estática, observando el cielo nocturno; una gigantesca sonrisa aparece en el rostro de esta, su cuerpo no dio advertencia alguna y antes que pudiesen reaccionar, las llamas de su cuerpo se expandieron en un parpadeo, incinerando todo a su paso. Desde los satélites se observaba un gigantesco domo de fuego cubriendo todo Brooklyn.

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